MÉXICO - Permanecen protegidos por la impunidad y el miedo, con la consigna de que quienes entran a ellos no saldrán vivos.
Los propios delincuentes los han llamado campos de exterminio, asegura Carolina Robledo, una experta en el tema, porque los usan para imponer terror, torturar a sus víctimas y ocultar sus crímenes.
"No se trata solamente de asesinar a muchas personas si no de acabar con su dignidad humana", explica Robledo.
“En este lugar traían a nuestros familiares desaparecidos, había un cuarto donde los torturaban", relata Mario, quien buscando a su hermano encontró un predio donde los miembros de Los Zetas escribieron centenares de historias de terror y muerte.
"Ahí está el horno donde cocinaron nuestros familiares", dice Mario. "Después iban al terreno a tirar las cenizas".
Los estudiosos del tema aseguran que este tipo de sitios son cada vez más usados por las organizaciones criminales, quienes se han olvidado de la discreción.
Hasta hace poco estos lugares se encontraban en zonas deshabitadas, lejos de los ojos de la gente, pero en la actualidad ya se pueden encontrar en cualquier calle, mezcladas en la normalidad de las comunidades de este país.
En ellas, por miedo los pobladores no denuncian, indica un forense de Jalisco, así que por igual en ranchos, bodegas y casas, los asesinos cometen sus fechorías, llevan al extremo del sufrimiento a sus víctimas, sepultan decenas de cadáveres o los desintegran sin que nadie los detenga.
"El desinterés o la complicidad con las autoridades con el crimen organizado que no se atreven a enfrentarlo, estamos a combatirlo y estamos a la buena de Dios", afirma Luis Octavio Cotero, perito forense.
La mayoría de estos centros de muerte son descubiertos por las familias de miles de desparecidos, extraen los restos y las autoridades incautan los terrenos e inmuebles, pero mientras cierran uno, muchos más se multiplican sin poder evitarlo.