La doctora Ruth Westheimer, la diminuta terapeuta sexual que se convirtió en un ícono pop, estrella de los medios de comunicación y exitosa autora gracias a su franco diálogo sobre temas de alcoba, que alguna vez fueron tabú, falleció a los 96 años.
Westheimer murió el viernes en su casa de la ciudad de Nueva York, rodeada de su familia, según su publicista y amigo, Pierre Lehu.
Westheimer nunca estuvo de acuerdo con la conducta sexual de riesgo. En cambio, fomentó un diálogo abierto sobre temas anteriormente ocultos que afectaban a los millones de personas que conformaban su público. Su único tema recurrente fue que no había nada de qué avergonzarse.
“Aún tengo valores anticuados y soy un poco cuadrada”, les dijo a sus alumnos de la secundaria de Michigan en 2002. “El sexo es un arte privado y un asunto privado. Pero aun así, es un tema del que debemos hablar”.
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La voz risueña y con acento alemán de Westheimer, junto con su diminuta figura de 1.40 metros (4.7 pies) de altura, la convirtió en una fuente con una imagen —y una voz— únicas para la “educación sexual”. Esa contradicción fue una de las claves de su éxito.
Sin embargo, fueron sus amplios conocimientos y formación, junto con su actitud divertida y sin juicios, lo que catapultó su programa radiofónico local, “Sexually Speaking” (Hablando sexualmente) al centro de la atención nacional a principios de la década de 1980. Ella tenía un enfoque abierto de lo que dos adultos convengan hacer en la privacidad de su hogar.
“Dile que tú no vas a iniciar”, le dijo a una preocupada interlocutora en junio de 1982. “Dile que la doctora Westheimer dijo que no te vas a morir si él no tiene sexo durante una semana”.
Su éxito radiofónico le abrió nuevas puertas, y en 1983, escribió el primero de más de 40 libros: “Dr. Ruth’s Guide to Good Sex” donde desmitifica el sexo con racionalidad y buen humor. Incluso publicó un juego de mesa, Dr. Ruth’s Game of Good Sex.
Pronto se convirtió en invitada frecuente del circuito de programas nocturnos de entrevistas, llevando su personalidad al ámbito nacional. Su auge coincidió con los primeros días de la epidemia de sida, cuando hablar francamente del sexo se convirtió en una necesidad.
“Si pudiéramos hablar sobre la actividad sexual en la misma forma que hablamos sobre las dietas — en la misma forma en que hablamos sobre la comida —sin esta connotación de que hay algo que no está bien con ello, entonces estaríamos un paso adelante. Pero debemos hacerlo con buen gusto”, le dijo a Johnny Carson en 1982.