GUALÁN, Guatemala — Alrededor de 2,000 migrantes hondureños que esperan llegar a Estados Unidos entraron a pie en Guatemala el jueves por la mañana, poniendo a prueba la reciente reapertura de la frontera, que había estado cerrada por la pandemia de coronavirus.
El presidente de Guatemala no tardó en comprometerse a detener a los inmigrantes y devolverlos a Honduras, aseverando que representan una amenaza para la salud de los guatemaltecos.
“Se ha dado la orden de que sean detenidos todos aquellos que entraron en el territorio guatemalteco ilegalmente y que sean retornados a la frontera de su país”, dijo el presidente Alejandro Giammattei en un discurso televisado.
“No permitiremos que alguien extranjero que está utilizando métodos ilegales para ingresar a este país crea que tenga el derecho de venir a contaminarnos y ponernos en grave riesgo”.
Giammattei emitió una orden que suspendería algunos derechos constitucionales en las provincias por las que se prevé que pase el contingente, aparentemente con el objetivo de facilitar su detención.
Las autoridades habían planeado registrar a los migrantes cuando cruzaran la frontera y ofrecer asistencia a aquellos dispuestos a regresar a su país de origen, pero el grupo pasó por el cruce fronterizo oficial de Corinto sin registrarse, abriéndose paso al superar en número a policías y soldados guatemaltecos, que hicieron poco por detenerlos.
Centroamérica
En un grupo había cuatro adolescentes, todos amigos y vecinos de San Pedro Sula, de donde cientos de migrantes emprendieron el viaje la noche anterior. Los jóvenes decidieron unirse al contingente luego de ver a las personas organizándose a través de Facebook.
El más joven, Josty Morales, de 15 años, dijo que quería vivir el “sueño americano” y buscaba una forma de mantener a su hijo de 6 meses en casa. “No hay trabajo, la necesidad lo ahorca a uno y ahora debo ver por mi hijo”, comentó.
Pocas horas después, las autoridades guatemaltecas reportaron la primera muerte de un migrante, quien trató de subir a un tráiler en movimiento, pero cayó bajo sus neumáticos. De momento, las autoridades no proporcionaron más detalles.
Los migrantes centroamericanos comenzaron a viajar en grandes grupos en los últimos años, buscando seguridad en los números y, en algunos casos, evitando pagar a los traficantes.
Los llamados para formar una nueva caravana de migrantes que partiera del territorio el 1 de octubre habían circulado durante semanas en las redes sociales.
Las probabilidades de que una gran caravana migrante llegue a la frontera de Estados Unidos, que ya eran bajas, se han reducido todavía más en el último año. Bajo la presión de Estados Unidos, México desplegó a su Guardia Nacional y a más agentes de inmigración para desmantelar las caravanas el año pasado.
Dispersaron a grandes contingentes que trataban de viajar juntos por el sur de México. Y cruzar a Estados Unidos de manera legal es prácticamente imposible en este momento con la pandemia, e ingresar de manera ilegal es tan difícil como lo ha sido siempre.
La partida del nuevo grupo evocó recuerdos de una caravana de migrantes que se formó hace dos años, poco antes de que se celebraran las elecciones legislativas en Estados Unidos. Se volvió un tema conflictivo en la campaña, que avivó la retórica contra la inmigración.
Aunque las caravanas atraen la atención, realmente sólo representan una pequeña fracción del flujo migratorio diario de pequeños grupos que pasan desapercibidos por Centroamérica y México.
Para el jueves por la tarde, los migrantes que habían ingresado a Guatemala se habían separado en grupos pequeños a lo largo de millas de la carretera, luego de que algunos consiguieron subirse a vehículos y otros siguieron caminando bajo el sol.
Christian Martínez, de 19 años, señaló que, para él, ésta era una forma de salir adelante cuando no hay más opciones en Honduras. “Si nos quedamos, lo que nos queda es unirnos a la delincuencia porque no hay cómo sobrevivir”, comentó.
Martínez y sus acompañantes habían avanzado a pie y ocasionalmente en algún traslado en auto, y se encontraban ya a la mitad de camino hacia la Ciudad de Guatemala.
Dijeron que todos llevaban mascarillas, pero que no estaban preocupados por la pandemia de coronavirus.
El contingente más grande que había partido el miércoles por la noche parecía estar conformado en su mayoría por hombres jóvenes, aunque también había algunos pequeños llevados en carriola.
En la frontera, las autoridades guatemaltecas pedían a los migrantes que proporcionaran documentos en los que mostraran un resultado negativo en pruebas de COVID-19, aunque la semana pasada dijeron que no pedirían una prueba para aquellos que pasaran menos de 72 horas en el país.
Pero alrededor de 2,000 migrantes ingresaron sin registrarse. Además, periodistas de la AP vieron a otros cruzando la frontera de manera ilegal cerca del cruce oficial. No hubo reportes de violencia.
El ejército de Guatemala dijo que establecería puntos de control en el territorio para revisar los documentos de los migrantes. En ocasiones anteriores han colocado barricadas en el interior del país para reducir grupos más grandes.
Un acuerdo regional les permite a los ciudadanos de Honduras transitar por Guatemala.
Los gobiernos de la región dejaron claro que estaban al tanto de la situación el miércoles.
La agencia de inmigración de México dijo en un comunicado que implementaría una “migración segura, ordenada y regular” y que no haría nada para promover la formación de una caravana.
La embajada de Estados Unidos en Honduras tuiteó el miércoles que la migración al territorio estadounidense era más difícil que nunca en este momento, y más peligrosa a causa del coronavirus.
Pero los factores que impulsan a los migrantes a abandonar Centroamérica ciertamente no han disminuido durante la pandemia.
A medida que las economías sufren, hay menos puestos de trabajo disponibles, y los problemas de las familias para poner comida en la mesa sólo han empeorado. Algunos migrantes también mencionaron la persistente y elevada tasa de delincuencia.
La Organización Internacional del Trabajo dijo el miércoles que en Latinoamérica se han perdido al menos 34 millones de empleos a causa de la pandemia.
La OIT enlista a Latinoamérica y el Caribe como la región más afectada en el mundo en términos de horas laborales perdidas, con una caída del 20.9% en los primeros tres trimestres del año.
El flujo de migrantes que se dirigía hacia el norte desde Centroamérica había disminuido drásticamente durante la pandemia debido a que las naciones a lo largo de la región cerraron sus fronteras.
La mayoría de los refugios para migrantes ubicados en el trayecto tuvieron que cerrar sus puertas a los recién llegados para impedir que el virus se propagara en poblaciones vulnerables. México y Estados Unidos repatriaron a cientos de migrantes para tratar de reducir la población en los centros de detención.
Actualmente, Guatemala ha abierto todas sus fronteras, incluida la que comparte con México.
Pero la frontera entre Estados Unidos y el territorio mexicano sigue cerrada a todos los viajes no esenciales, y el gobierno estadounidense suspendió por completo todas las actividades en su sistema de asilo en la frontera sur durante la pandemia.
México intentó trasladar en autobús a solicitantes de asilo varados en su frontera norte a otras partes del territorio y de regreso a sus países de origen.
Por lo general, México ha ofrecido a los migrantes la oportunidad de solicitar asilo allí, pero muchos tienen la mente puesta en Estados Unidos.
También es probable que los migrantes tengan mayores dificultades para encontrar trabajo actualmente en México, debido a que se prevé que la economía se contraiga un 10% este año por el impacto de la pandemia.